Apreciado lector: No hará falta insistir en que la realidad es muy dura. De eso nos acordamos todos cada día. Seguimos intentado con estas cartas aclarar la situación y los conceptos. Prosigamos. Al final, la política es el arte de administrar éticamente los recursos dentro de un marco concreto. En Europa Occidental, en España, la democracia. Al final la política es administrar dinero. Dinero (denario, moneda romana) es todo medio de intercambio común y generalmente aceptado por una sociedad que es usado para el pago de bienes, servicios, y de cualquier tipo de obligaciones. Es decir el instrumento que nos permite homogeneizar el valor de las cosas, acumular los resultados del trabajo, moverlo con fluidez, transformarlo en progreso. O en ruina. Depende de cómo se administre.
Todos aplaudimos en su día la entrada en el Euro. Daba la impresión de haber encontrado la piedra filosofal. De pronto gracias a los políticos que por una vez parecían haberse puesto de acuerdo en algo, todos éramos tan ricos como los alemanes ¿O no? Nadie pensó que armonizar la moneda pondría más en evidencia las grandes diferencias entre los Estados europeos. Nadie pensó que podría conducir con rapidez a incrementar artificialmente el valor de los bienes y productos. Pondremos unos ejemplos. Un café: un euro. Antes ochenta pesetas. Una hora de parking: un euro. Antes cien pesetas. Un “gorrilla” en la calle: un euro. Antes treinta pesetas. Etc. Eso sí. La confianza en el progreso del país se multiplicó por tres, no por dos. De pronto todos éramos ricos, y por primera vez, de verdad europeos. ¿Quién se beneficiaba de la situación?: Los mismos de siempre. Los especuladores. De pronto tenían al mercado en un puño. Controlaban todo en tiempo real. De pronto la banca europea nos prestaba enormes cantidades de dinero que había que colocar. ¿Por qué no? ¡Los intereses estaban tan bajos! ¿Por qué privarse de un piso, de un coche, de un viaje a Grecia, de cualquier capricho? ¿Y las administraciones públicas? ¿Por qué no construir un museo para esto o para lo otro? ¿Por qué no ampliar la plantilla municipal? ¿Por qué no presupuestar un viaje a América para hermanar el pueblo con aquel otro que visitó el alcalde? ¿Por qué no instituir un premio de lo que fuera? ¿Por qué no? Y los bancos a lo suyo, a tender las redes, a firmar créditos, hipotecas, avales, lo que hiciera falta. ¡Faltaría más! Queremos ser su banco. Ya sabes.
Y mientras la administración del Estado en Babia[1] “España va bien” o “Pronto estaremos por delante de Francia y de Italia” o cualquier otra chorrada populista y demagógica, que es lo que les va y lo que nos merecemos. Cada país democrático tiene los políticos que se merece. ¿O es que no los hemos elegido? Sí. Ellos se encargan de recordárnoslo todos los días.
¿Y ahora qué? Pura aritmética. Lo primero cuadrar las cuentas de todos. Devolver lo que nos prestaron más los intereses. Que de pronto aumentan por obra y gracia de un tipo que vive en Bruselas, y que hasta el momento no acierta ni una. Así que austeridad. ¡Y atención porque el sistema legal les da todas las ventajas! ¡Al que se descuida lo ponen de patitas en la calle previo mandamiento judicial que, mira por donde, obtienen de un día para otro! Puro derecho romano. “Prior in tempore potior in iure” Si quiere comprobar el agravio comparativo inicie usted una demanda contra un banco.
[1] «Entiéndese comúnmente por Babia el país de los tontos. Por eso se dice que está en Babia el que se halla completamente distraído o alelado.»